“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”. Génesis 1.26-28
Estos versículos contienen una frase que es la piedra angular del entendimiento bíblico de la humanidad: imagen de Dios. La imagen de Dios se presenta principal y primordialmente en relación con un singular concepto social y comunitario de Dios. «Entonces dijo Dios [singular]: Hagamos [plural] al hombre a nuestra [plural] imagen». Muchos estudiosos interpretan el uso, tanto del singular como del plural, como una alusión a la Trinidad : un Dios en una comunidad de personas.
La «comunidad» que refleja la imagen de Dios es especial: la comunidad de una mujer y un hombre. Cuando Dios eligió crear a la humanidad a su imagen, creó el matrimonio, una familia. La comunidad de la familia constituye un reflejo de la comunidad de la divinidad. Su identidad, vida y poder proviene de Dios.
Dios hizo tanto al hombre como a la mujer a su imagen. Ninguno de los dos fue hecho más a la imagen de Dios que el otro. Desde el principio vemos que la Biblia coloca tanto a uno como al otro en el pináculo de la creación de Dios. Ninguno de los sexos es exaltado ni despreciado; por tanto no hay cabida para el machismo ni mucho menos para el feminismo, que tanto daño ha hecho a la humanidad.
Ahora bien si definimos al matrimonio como la relación humana, instituida por Dios y aprobada por la sociedad, en la que el hombre y la mujer cohabitan en amor y ayuda mutua; y tomando en cuenta que cada sociedad define las normas del matrimonio, y determina también lo que constituye las relaciones sexuales ilícitas, con miras a salvaguardar la familia. Entonces hay que ponerle la lupa a lo que la sociedad actual entiende por fornicación y adulterio. Entendiéndose por fornicación, a la relación sexual voluntaria entre personas no casadas, y hoy en día en nuestra sociedad parece muy natural, pero no lo es a la luz de la palabra de Dios. Por otra parte está el adulterio, el cual es definido como la relación sexual entre una persona casada y otra que no sea su cónyuge legal. “Pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido” (1Corintios 7.2). Por otra parte está la sodomía, es la relación sexual entre hombres por medio del ano. La Ley Mosaica las condenaba severamente, “Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre”. (Levítico 20.13). El término aparece el Nuevo Testamento solo una vez (1Timoteo 1.10), pero esta aberración sexual se menciona varias veces con otros términos y se le condena con igual severidad. El lesbianismo, llamado también homosexualidad femenina, atracción sexual o emocional entre las mujeres; no escapa al juicio de Dios al decir que es contra naturaleza, “Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza”. (Romanos 1.26). Estos actos están considerados por el Señor como abominación, por todo esto usted amado lector (a), debe considerar seriamente su conducta al respecto, y vivir una vida ordenada según nuestro Dios.
Nota: En el próximo número continuaremos disertando acerca de estos temas tan controversiales pero igualmente importantes.